lunes, 10 de febrero de 2025

El arte de vender libros excepcionales

¿Adivinos o libreros?

                                                                                        Gabriel Zaid


Inicios 

En mayo del 2015 dado que tenía poco trabajo como fabricante de vitrales emplomados creé una página en Facebook bajo el nombre de Librería Campo Minado. Al principio, mi interés se centraba principalmente en vender libros de poesía hispanoamericana, ya que tenía facilidad para encontrarlos. Con el tiempo, descubrí un grupo en Facebook donde se vendían primeras ediciones y libros firmados por los autores. Así pasaron algunos años y fui aprendiendo sobre primeras ediciones, firmas, ediciones limitadas ediciones especiales. 



Arrepentimiento

Hace un tiempo, mi amigo el editor Hermenegildo Olguín me preguntó si no me había arrepentido de haber vendido algunos ejemplares. Le respondí que no, que debía aprender a desprenderme de los libros. Sin embargo, en el fondo, un poco sí estoy arrepentido de algunas obras, como por ejemplo: 1) La primera edición de Pedro Páramo, firmada y dedicada por Rulfo a Elena Poniatowska. Este ejemplar perteneció a su exesposo, Juan Antonio Ascencio, y cuando él falleció, vendieron su biblioteca. Así me llegaron varios libros; 2) también de esa misma biblioteca, una edición de Pedro Páramo de la colección Tezontle, dedicada por Rulfo a Poniatowska, donde al final de la dedicatoria escribió entre paréntesis: “unos pocos días antes de mi muerte”. (El libro está firmado el 30 de noviembre de 1985 y Rulfo falleció el 7 de enero de 1986); 3)una segunda edición de Tierras solares de Rubén Darío, firmada y dedicada por el autor, impresa en 1904.

Tal vez mi arrepentimiento se deba en parte a mi falta de experiencia para darle un valor adecuado a esas de esas piezas en ese momento, también y en parte a mi deseo de haber conservado esos libros por mucho más tiempo.



3) Amor genuino 

Debe haber un amor genuino por los libros si deseas dedicarte a este negocio, ya que si existe ese amor, habrá una conexión o un imán que hará que los libros lleguen solos.

Dedicarse a la compra y venta de libros también también implica ofrecer un buen servicio. Es necesario saber responder por lo que uno ofrece. En una ocasión, le devolví $20,000 pesos a un cliente por el pago de un libro, ya que él me dijo que había visto un ejemplar similar, aunque no igual, pero mucho más barato. Le expliqué que no podía bajar el precio, pero sí estaba dispuesto a regresar su dinero para que quedara conforme. Así lo hice. Para mí, eso es saber responder; no sé si estuvo bien o mal devolver el efectivo, pero no me gusta tener problemas, así que prefiero evitarlos.


4) ¿Cómo consigo los libros?

Realmente, es muy complicado y cada vez más difícil encontrar libros de colección, ejemplares firmados y ediciones limitadas, especialmente en la literatura hispanoamericana del siglo XX, (que podría considerarse mi especialidad y lo que realmente me apasiona).

Aquí en Guadalajara, es casi imposible por eso desde siempre, mi forma de obtener estos libros ha sido buscándolos en grupos de Facebook en la CDMX, en páginas especializadas, haciendo trueques con libreros extranjeros, a través de Mercado Libre, y con amigos de varios estados del país.



5) Sobre la compra de libros firmados

He tenido la oportunidad de adquirir libros de algunos libreros que han comprado colecciones o bibliotecas completas de escritores, investigadores y periodistas, como José de la Colina, Salvador Elizondo, Fernando Benítez, Margarita García Flores y Juan Antonio Ascencio (ex esposo de Elena Poniatowska), Salvador Gallardo Dávalos entre muchos otros.

Es importante señalar que la identidad del vendedor juega un papel crucial; cada librero tiene una reputación que aquellos de nosotros que llevamos tiempo en este ámbito conocemos bien, lo cual es fundamental.

Existen pocos libreros especializados en firmas. En 2020, se publicó un texto en un blog sobre uno de ellos, al que denominaron “el bibliófilo de Balderas”. Desde que leí dicho artículo, me impresionó su historia y quise investigar y descubrir, por pura curiosidad, quién era ese librero, pero el autor del texto no me brindó la información. Posteriormente, supe a través de algunos amigos que ese librero es David Ayala, con quien he tenido numerosas conversaciones sobre primeras ediciones, ediciones raras y ejemplares firmados


6) Formación

A partir de 2015, mi formación ha sido exclusivamente en línea, ya que nunca he trabajado en una librería. Mis investigaciones, el rastreo de piezas y la verificación de firmas han sido realizadas a través de Google y con la ayuda de varios amigos de confianza, tanto en México como en el extranjero, a quienes puedo consultar cuando tengo alguna duda.

No recordaba que mi única experiencia entre libros fue en el año 2004, cuando apoyé durante unos meses a Gabriela Juárez en su librería El Aguaje, que se centraba en la venta de libros, especialmente de editoriales independientes.





7) Alcances

En estos diez años, he enviado libros a diversos países, como Chile, Argentina, Ecuador, Perú, Honduras, El Salvador, Colombia, Canadá, Estados Unidos, Italia, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Francia, España y casi a todo México. Sin embargo, el país al que más ejemplares de colección he enviado ha sido Estados Unidos.



8) Amistades y enemistades

Hay muchos libreros jóvenes que no me conocen, pero que me etiquetan en Facebook por simpatía hacia mi perfil cuando ven libros raros, primeras ediciones o firmas que parecen apócrifas o auténticas.

Asimismo, he recibido la ayuda de varios amigos que se encargan de recoger libros que compro a vendedores sin referencias y que luego me los envían sin cobrarme un solo peso. Puedo jactarme de contar con muy buenos amigos, especialmente en la CDMX.

Sin embargo, también tengo algunas enemistades. Un ejemplo de ello es cuando compré una primera edición de Cien años de soledad. Fui el primero en solicitarlo en esa ocasión, y como resultado, el administrador del grupo me bloqueó, convirtiéndose desde entonces en uno de mis enemigos. Otros vendedores, simplemente por celo profesional, no pueden verme ni en pintura.








9) El amor por los libros

En algún momento he hablado sobre el amor por el libro, sin el cual no se puede hacer nada. Si existe esa conexión con el libro, tarde o temprano este te va a corresponder. 

Por supuesto, en Guadalajara los libreros no pueden compararse con los de la CDMX, donde se concentran las grandes y mejores bibliotecas del país. Cuento una anécdota que me relató un buen amigo escritor sobre cómo muchos libreros de la CDMX han logrado obtener sus bibliotecas. Resulta que en una zona exclusiva le llaman a un librero muy conocido para que visite una biblioteca. Cuando este llega a la casa, la viuda del coleccionista le pregunta cuánto le cobra para llevarse todo. El librero le responde: $10,000 pesos.

Y así he conocido muchas historias; este es solo un ejemplo. No resulta extraño que algunos libreros tengan varias librerías. Por supuesto, todo escuestión de la suerte.


13) Egoteca

Este texto, fue publicado el 27 de enero de 2023, en un perfil de Facebook de un librero especializado, sobre mí. Antes de publicarlo, el librero se comunicó conmigo para avisarme. Me comentó que era un homenaje a mi labor, pero también reflejaba la imagen que varios bibliófilos y libreros tienen de mí.

“Todos lo conocen, pero casi nadie lo ha tratado personalmente. Es de esos tipos que parecen tener como única actividad la caza de primeras ediciones y libros firmados en redes sociales, portales especializados y librerías en línea. Es inalcanzable y casi no duerme. Parece poseer el don de la ubicuidad: mientras envía libros de Cernuda por correo a algún bibliófilo europeo, está adquiriendo un ejemplar de Huidobro en Chile a través de Instagram y cerrando un trato por teléfono para un tomo dedicado de Borges a Alfonso Reyes. Los coleccionistas lo aman y lo odian; a los primeros les consigue la pieza soñada, mientras que a los segundos les arrebata los libros bajo las reglas del mercado al ser el primero en mostrar interés. Es insaciable: puede adquirir, un lunes, diez firmas de Rulfo y Arreola y al martes ya está tras ediciones limitadas de Villaurrutia y Gorostiza. Para algunos, es una bendición; para otros, un cáncer. Lo cierto es que le añade sazón al íntimo mundo del ˈcoyotaje bibliófiloˈ”.



11) ¿Retiro?

Hace unos días, conversé con un buen amigo de la CDMX sobre dos libros en particular.

Uno de ellos es Zozobra de Ramón López Velarde, firmado y correspondiente a la primera edición de 1919, y el otro es Trilce de César Vallejo, primera edición de 1922.

Le comenté que el día en que me llegaran esos dos libros, decidiría retirarme de la actividad de librero.

Las pocas firmas que he podido rastrear de él están resguardadas en bibliotecas.

En cuanto a la edición de Trilce, además de ser muy costosa, nunca la he visto en México, ya que se realizó un tiraje de solo 200 ejemplares. Sin embargo, quién sabe, puede que algún ejemplar aparezca. Por lo menos tengo diez años más para buscarlo y seguir en la brega.


Por Ángel Nungaray

www.libreriacampominado.com

WhatsApp: 3314758016


lunes, 30 de diciembre de 2024

Entre peregrinaciones guadalupanas y diversidad libresca

Desde hace unos años vivo cerca de la Basilica de Guadalupe, circunstancias de la vida me llevaron a la pintoresca zona del Tepeyac, con todos los servicios a la mano, al grado que el supermercado y restaurantes de comida rápida dan servicio las 24 horas, tiene una amplia propuesta de comida callejera: hamburguesas, tacos, tortas, tamales, cortes argentinos, marquesitas, esquites, burritos, fresas con crema, etc; el transporte es eficiente y muy variado: metro, metrobús, microbuses, trolebús, camiones y taxis. Me he acostumbrado al lugar, lo que más me gusta es caminar por el camellón de Calzada de Guadalupe y observar las peregrinaciones que no paran en todo el año, pero la afluencia se acentúa un mes antes del 12 de diciembre, siendo la noche del 11 un mar de gente. Lo más atractivo de las peregrinaciones es la diversidad, he visto de motociclistas, payasos, bicitaxistas, electricistas, bandas norteñas, sonideros, botargas, campesinos a caballo, globeros y una infinidad de devotos de todas las zonas del país y otras latitudes, la última que recuerdo fue la de la comunidad polaca asentada México. Estoy seguro que hay más guadalupanos que católicos en el país y podría afirmar que hasta los ateos se dan su vuelta por la Villa una vez al año. 


La diversidad siempre me ha atraído y mis padres me enseñaron a respetarla, desde que vivo del oficio de librero de viejo la he sufrido y disfrutado, he adquirido bibliotecas  desde los barrios más populares de Iztapalapa y Alvaro Obregón hasta las zonas exclusivas de Las Lomas de Chapultepec y Polanco; he tratado con personas de todos los estratos sociales, de intereses políticos contrarios, de nacionalidades y religiones diferentes, con rudos y técnicos, con policías y ladrones, con los que usan el lenguaje inclusivo y los que lo detestan, con tímidos y parlanchines, con gente de bien y hasta con los que le van al América. Pero con los que más me entusiasma tratar es con los que aman los libros y los que viven de ellos, es decir, bibliófilos, bibliomanos y libreros. Todos tenemos manías muy variadas con los libros, algunas comunes y otras excéntricas. Una de las más comunes es la acumulación, que suena cool cuando se le llama coleccionismo: los acumuladores de libros no pueden leer todo lo que compran, es imposible, pero argumentan que lo hacen para tener una referencia o como un proyecto a futuro, están convencidos que tener una gran cantidad de libros no está mal y nunca es suficiente; la mayoría recopila libros de su área de estudio, la cual es ampliada por cualquier razón. Un historiador de la Ciudad de México, tendrá libros de Xochimilco, de chinampas y de ajolotes, pero también de contaminación, gentrificación y adicciones, un matemático tendrá libros de cálculo y ecuaciones, pero también de literatura, mascotas, música, alpinismo y biografías. 


La pluralidad también se percibe en lo que compran los lectores,  se dice que el oficio de librero de viejo es muy noble porque todo se vende, sólo se debe tener al cliente adecuado y demasiada paciencia. Alguna vez adquirí un lote de bestsellers en danés, el cliente preguntó si podía pasar al siguiente día, se le respondió que sí, pero que se vendían rápido (obviamente era mentira, ¿quién los iba a comprar?), se puso tan ansioso de que se los ganarán que optó por pagarlos inmediatamente; en otra ocasión me llegó un conjunto de libros de matemáticas avanzadas en ruso y en checo de un científico boliviano, de igual forma había cliente, un colega mexicano que se especializa en vender libros técnicos al extranjero. Cuando llegan ejemplares enmohecidos inmediatamente los apartamos para no inhalar las esporas,  así lo hice con un libro de ciencia, al poco rato llegó un estudiante de química y ¿qué creen?, pidió un libro infectado para unas prácticas de su universidad. 


Para terminar, al mes realizo dos ventas en la bodega para que compañeros de oficio de varias partes del país se surtan, desde Mérida hasta Tijuana, atiendo a especialistas en literatura iberoamericana,  en filosofía, en teología,  en arquitectura, en historia de México,  en sociología, en primeras ediciones y hasta los que sólo venden libros de formato grande porque siempre están ilustrados. 


En pocas palabras,  el oficio de librero de ocasión es muy noble y es gracias a la infinita variedad de gustos y necesidades de los lectores. 


Sergio Núñez 

Librero de viejo 

Diciembre 2024


La bibliomanía, trastorno y forma de vida

La bibliomanía es el trastorno obsesivo-compulsivo de acumular libros, casi siempre con la intención de leerlos o mínimo de coleccionarlos, los japoneses lo denominan tsundoku, aunque no refieren cantidades. Los coleccionistas de libros no tienen una única directriz, su elección es por la razón que mejor los satisfaga, conozco a los que recopilan únicamente primeras ediciones; alguna vez cometí el error de darle una segunda edición de Palinuro de México a uno de ellos, tomó el ejemplar muy contento y no revisó ese detalle, estaba feliz, se despidió y partió de mi local, a la media hora regresó agitado y sudoroso, me reclamo el descaro con el que lo había timado, que no era un buen hombre, recalcando lo insensible que me porté, mientras él vociferaba yo sacaba de un entrepaño un libro de 1977 de Alfaguara, de color azul con gris y letras blancas y amarillas, idéntico al que traía en sus  manos, con la diferencia que era la primera edición, su semblante cambió de inmediato, intercambiamos ejemplares y todo solucionado, tan amigos como siempre. Después de casi quince años de mi imperdonable error todavía lo saludo, pero sinceramente me da miedo equivocarme otra vez. Otros coleccionan libros en pasta dura ó con encuadernaciones en piel; como los que aman los aguilares grecados y dorados, no importa si es incómodo leerlos a dos columnas o si la traducción es buena o ya superada, ellos buscan que los cantos estén decorados. Alguna vez acudí a una biblioteca con seis mil tomos en los estantes con la intención de adquirirla, todos los títulos de ciencia ficción y todos encuadernados en keratol de color mostaza, no cerramos el trato, al final se arrepintió, no podría soportar que la colección se dispersara. Los coleccionistas más excéntricos con los que  he lidiado son los que recopilan libros del año en que nacieron, los que quieren únicamente ejemplares maltratados; argumentando que los nuevos carecen de carácter y los que sólo adquieren volúmenes de formato grande (seguramente Freud tendría una explicación). 

Los acumuladores están conscientes de que poseen más libros de los que pueden leer, pero eso no los frena, los siguen almacenando aunque les ocasione problemas económicos, conyugales y sobre todo de espacio. Alguna vez leí que la esposa de un escritor le reclamaba  “¿los libros ó yo?” y él simplemente le abrió la puerta. El bibliómano que recuerdo con más cariño es Don Guillermo, un cliente que desde que comenzamos mi socio y yo con la venta de libros hace doce años no faltó a ninguna de nuestras promociones y remates, incluso nos seguía a ferias del libro en el interior del país, nos compraba por lotes, inició con títulos variados y poco a poco se fue inclinando por pintura y cine mexicano, los libros se los entregábamos en cajas y paquetes emplayados.. Hace nueve años abrimos una sucursal en Pachuca, cuando se enteró compró una casa en esa ciudad para poder almacenar lo que comprara ahí. En la pandemia no realizamos ningún evento que implicara que las personas se reunieran, cuando volvimos Don Guillermo regresó con una mayor necesidad de libros y duplicó la cantidad de adquisición, alguna vez le pregunté cómo catalogaba sus libros, respondió que tal cual se los dábamos, en playos y cajas, sólo sacaba el de la lectura en turno. Hace poco nos enteramos que enfermó, lo internaron y falleció a los pocos días, sus bienes, empresa, coche y casas se las heredó a la iglesia, la familia enfurecida quemó una parte de la biblioteca y otra fue enviada a la basura.


Todos los anteriores son lectores, pero el trastorno obsesivo-compulsivo es un problema que también atañe a los libreros de viejo, incluyéndome, no podemos dejar de comprar. Varios colegas adquieren bibliotecas completas en la mañana, por la tarde revisan en los grupos de redes sociales, al siguiente día en tianguis o en locales de reciclaje de papel, acuden a todas las ferias del libro que les es posible, ventas de garage y se asoman a cualquier tendido donde puedan hallar libros. Los libreros de viejo tenemos el pretexto que de eso vivimos, pero para un gran porcentaje se convierte en un problema, primero en la casa, los libros se apoderan de ella, luego en las bodegas o librerías, parece que nunca es suficiente y lo romantizamos con el hecho de estar rodeados de cultura o nos quejamos que no hay lectores, pero la verdad es que no paramos, rematamos libros con la intención de hacer espacio, pero nos engañamos, en realidad queremos renovar el acervo y comprar más, siempre más, nunca es suficiente, Varios compañeros de oficio se endeudan con tal de no dejar pasar un buen lote libros, porque “los necesitan”. Este trastorno no está en el DSM-V (Manual de trastornos mentales), pero creo que debe ser tratado de alguna forma, aunque para ello se debe tener la intención, lo que veo complicado. Al menos debería haber un grupo de ayuda como Bibliómanos Anónimos, en el que si me tocara pasar diría: ¡Hola! Soy Sergio, soy librero y un acumulador compulsivo de libros, tengo más de trescientos mil en mi bodega y no puedo parar, adquiero bibliotecas de lunes a sábado y los domingos voy a librerías y a tianguis a buscar más. 


Sergio Núñez

Diciembre 2024


domingo, 1 de diciembre de 2024

Mi obsesión con “Cien años de soledad” y mi traición al Gabo

   Tenía como seis años cuando mi madre tocaba la puerta del baño fuertemente y apuraba a mi padre que llevaba horas adentro, después de un rato mi papá salía con una sonrisa en el rostro sin importarle los reclamos, en su mano traía “Los viajes de Gulliver”, se me acercó y me susurró que lo había terminado. Mi viejo, con ese pequeño gesto me mostró que el mundo se puede ir al carajo mientras uno está leyendo y que esa actividad de complicidad entre el texto y uno mismo causa felicidad. De adolescente me fijé el propósito de ser un buen lector y tomaba cualquier ejemplar que caía en mis manos, desde obras infames donde la selección mexicana jugaba la final del mundial con Brasil hasta obras de Hermann Hesse, Máximo Gorki o H. G. Wells. Llevaba una vida de lector normal, como la de cualquier persona hasta que cayó en mis manos un pequeño libro encuadernado de color café y letra pequeñita llamado “Cien años se soledad”, ya sabía algo de García Márquez pero nada de la obra. Me perdí en el mundo de Macondo desde las primeras páginas, pensaba “¡esto no es posible, ¿cómo puede ser tan bueno este cabrón!”, casi lloraba de la emoción. Paré la lectura en la página cien más o menos y no pude seguir, tenía miedo de que en algún punto la novela se pusiera aburrida ó peor aún, que fuera mala, no lo soportaría. Varios detalles de ese bendito día en que inicié el libro se me quedaron grabados, forman parte de la experiencia, el café capuchino que tomaba en una banca de la Plaza Río de Janeiro, la ruta que hice caminando hasta la Biblioteca de México, los hotdogs que comí afuera del metro Balderas mientras pensaba en Melquiades, en cómo llegaron los gitanos a Macondo y en la terca curiosidad de José Arcadio Buendía.

Dejé trunca la lectura por varios meses,  cuando la retomé  volvió a ocurrir que me quedé a la mitad, esto se repitió por un par de décadas, lo intenté reiteradamente siempre con el mismo resultado. Presumía por el mundo que amaba la obra pero yo era un fraude, no la había leído completa. Tuve la fortuna de ver a Gabriel García Márquez algunas veces mientras trabajaba en las librerías de viejo, se me caía la cara de vergüenza, nunca me atreví a pedir su autógrafo, ¿cómo hacerlo si era un tramposo, un mentiroso? Mientras vivía en el engaño leía artículos de como el Nobel de 1982 escribió la novela en México, las penurias que pasó, la deuda de meses de la renta, el error de mandar la segunda parte al editor, la frase de su esposa “sólo falta que sea mala”, el dilema de la portada de la primera edición, la E al revés de la carátula de Vicente Rojo, etc. Entendí un texto de “Cajón Desastre” de Vicente Leñero donde narra porque no leía “Cien años de soledad”, si le encantaba cómo a todos los demás se iba sentir parte de la borregada y si no le gustaba sería tachado de contreras o de envidioso. Como librero de viejo tomé la manía de almacenar todos los ejemplares de la obra que me llegaban, versiones en sueco, inglés, japonés, alemán y de distintos países de habla hispana. Recopilé decenas, incluso un par de cientos de ejemplares, sólo por terquedad y por una especie de deuda con el autor y conmigo mismo. Llegué  a odiar la versión de Editorial Diana donde vienen los dibujos de los personajes, la vendí inmediatamente intentando borrar de mi memoria esas imágenes,  no quería que nadie influyera en como me imaginé a cada personaje. Hace unos meses me hice el propósito de terminar la novela y lo logré, pensé que llegaría al nirvana al pasar la última hoja, no fue así, pero festejé el logro y la obra no me defraudó en absoluto. Justo el día que la terminé me enteré que Netflix haría una serie basada en el libro contraviniendo los deseos del autor quien en vida no aceptaba llevarlo al cine. Para mí la sola idea de ver a José Arcadio Buendía y a Úrsula Iguarán en dibujos me horrorizaba, saber de la serie me llenó de coraje y despotriqué contra ello, jamás apoyaría esa decisión de la familia que por intereses económicos aceptaba. Con la pandemia mi socio y yo adquirimos una deuda que no podíamos terminar de liquidar, al grado de negociar una quita con el banco para pagar en una sola exhibición un porcentaje de ella y olvidarse del asunto. El día del pago nos faltaba un piquito para completarlo cuando me marcaron del área de marketing de Netflix, buscaban ediciones vintage y raras para exhibirlas en la FIL de Guadalajara y promocionar la serie. Por dinero me tragué mis palabras y vendí parte de mi colección. Estoy seguro que “Cien años de soledad” me acompañará toda la vida, como goce y como tortura. Gabo, estés donde estés, perdóname. 



Sergio Núñez

Librero de viejo

Noviembre 2024



viernes, 30 de septiembre de 2022

Los libreros de viejo en la Ciudad de México



Los libreros de viejo en la Ciudad de México distribuyen su material de formas muy diversas. 


1. Librerías de ocasión.

La imagen más conocida y más romantizada es la del vendedor que tiene un local fijo, una librería con anaqueles llenos de impresos antiguos en el centro de la urbe, principalmente en la calle de Donceles, estos espacios surgieron debido a la demanda de los estudiantes cuando las aulas de la Universidad Nacional se localizaban en las mismas calles, algunas se mantienen en pie a pesar de la gentrificación de la zona, pero actualmente también se ubican en el sur de la ciudad y en la colonia Roma principalmente, aunque existen algunas dispersas en otras demarcaciones de la capital. Estos puntos de venta exhiben su material de forma temática la mayoría de ellas, esperan a que los clientes los visiten y eventualmente se comunican con ellos cuando les llegan los títulos solicitados, se les conoce como librerías de ocasión o de viejo. Pueden ser atendidas por el dueño, pero muchas de ellas trabajan con empleados, los cuales asisten al cliente en la búsqueda en el interior del establecimiento.

2. Libreros de a pie.

En ocasiones estos distribuidores caminan de extremo a extremo de la ciudad, llevando los tomos hasta la puerta del cubículo, salón, despacho, consultorio, restaurante o cantina donde se halle el cliente, normalmente trabajan con una lista de las peticiones o por la intuición de que a cierto lector le interesará el ejemplar adquirido. Otorgan el servicio de búsqueda de un título o tema específico y lo entregan en las manos del solicitante. Conocen todos los tianguis y librerías de la capital. 

3. Ferias de libro.

En México se realiizan ferias de libro de índole diversa, las mejor organizadas son por universidades estatales y cámaras de comercio, teniendo la planeación del espacio y presentaciones desde meses de anticipación, consideran entre los expositores, editoriales consolidadas, en expansión y librerías de viejo y de nuevo. Otro tanto, son armadas por brigadas culturales y entusiastas organizadores que llaman a participar a vendedores de saldos editoriales y libreros de viejo. Existen libreros que dependen casi exclusivamente de las ferias, participan en ellas durante todo el año, escogen su material dependiendo al público al que deben satisfacer, ya se una plaza pública con libros de interés general o especializado si es dentro de una universidad.

4. Locales metálicos.

En la capital del país abundan por sus calles muchos puestos metálicos de color azul o de acero inoxidable donde se ofrecen en venta generalmente revistas atrasadas, aunque muchos de ellos son ocupados para vender libros, en la zona Centro se exhiben principalmente tomos pirata mezclados con saldos, pero en otras colonias se ofertan libros viejos junto con las revistas. La peculiaridad de estos locales es que deben tener alto dinamismo en la propuesta de títulos, ya que abastecen a un público más reducido, pero asiduo, generalmente vecinos de la colonia u oficinistas.

5. Tianguis de chácharas y antigüedades.

En una de las urbes más grandes del mundo no faltan los tianguis de cháchara o mercados de pulgas, allí se pueden encontar objetos de toda índole, los tianguis que se ubican en colonias populares los precios son sumamente bajos, como en Santa Cruz Meyehualco o El Salado, por citar algunos, ahí se abastecen los especialistas que los llevan a otro puntos, en colonias acomodadas  o con mayor tradición, como el Jardín Ignacio Chávez en la Doctores, o La Lagunilla con siglos de historia, normalmente se instalan los fines de semana y los precios son más elevados, pero sin lugar a dudas con una mejorada selección hecha por libreros de oficio. 
En exclusiva para libros desde algunos años, los sábados se instala en Plaza del ángel en la Zona Rosa, un grupo de libreros que ofrecen su material a coleccionistas; recientemente la Plaza de la Santa Veracruz en el Centro Histórico se convirtió en un punto de subasta y de venta minorista, debido a un incendio debieron trasladarse a una cuadras, al Panteón de San Fernando, actualmente ofrecen su material alrededor de una centena de libreros que acuden de toda la ciudad convirtiéndose en un punto estratégico para conseguir impresos, son asiduos vistantes lectores, profesores, coleccionistas, bibliófilos y bibliómanos. Tambien en los alrededores de Ciudad Universiaria se instalan algunos libreros durante los días de clase. Sin olvidar a todos los vendedores que eventualmente se instalan fuera de alguan estación del metro, debajo de puentes vehiculares o afuera de preparatorias.

6. Grupos de venta, subastas y perfiles particulares en redes sociales.

Hace unos años con el surgimiento de las redes sociales se iniciaron grupos con intereses particulares, los de libros viejos no fueron la excepción. En la Ciudad de México tuvo un "boom" principalmente uno de ellos: "El rincón de la cháchara", los miembros podían subastar desde un peso sus libros, a partir de sus exito surgieron muchos grupos de venta mas especializados, actualmente son cientos, varios de ellos relizan sus entregas en un solo punto, El Panteón de San Fernando, los demás lo hacen en instalaciones del metro, escuelas o librerías. La red social más utilizada es Facebook, pero también se realiza por Instagram, Tik-tok y Twitter.

7. Librerías  de viejo en línea

Tristemente son muy pocos los aventurados a abrir una tienda de libros viejos en línea, debido principalmente a que aún nos se tiene la costumbre y la confianza en estos portales. Los pocos existentes ss enfocan en bibliofilia o en literatura,  ejemplo de ello son librosdrsamano.com y pericobooks.com

8. Portales intermediarios en línea.

Muchos libreros han optado por vender en portales de venta como Mercado Libre o Iberlibro, que aunque cobren un porcentaje por el servicio, mantiene el material en circulación. 

9. Venta por lote a mayoristas.

Existen pocas librerías que lo realizan, adquieren bibliotecas particulares diariamente y ofrecen los ejemplares a bajo costo y por lotes a revendedores, pueden hacerlo en sus bodegas o librerías. Un ejemplo de ello es Librero en Andanzas, con eventos de remate continuamente, inicialmente en la Ciudad de México, pero extendiendose a Pachuca, Hidalgo y Guadalajara, Jalisco.  

10. Botaderos de libros viejos.

Ya casi extintos, existían vendedores que ofrecen su material en locales donde no existe un acomodo temático, simplemente se almacenan revitas y libros viejos, los visitantes deben preguntar al encargado o estar dispuestos a internarse entre pilas de libros por horas hasta hallar el título indicado. 




martes, 23 de agosto de 2022

El consejo de Guillermo Tovar de Teresa

Gillermo Tovar de Teresa nos dio un consejo que no olvidaremos, fue la clave para mantenernos motivados en el mundo del libro viejo. 

Hace unos diez años al llegar a la pequeña bodega que teníamos en la colonia Roma de la Ciudad de México, cuando iniciamos como Librero en andanzas, mi sorpresa fue grande, sentado entre los pocos anaqueles que teníamos estaba el bibliófilo, bibliógrafo y cronista emérito de la ciudad, esperándonos con una primera edición de Octavio Paz en las manos, vestido con un traje negro, chaleco y corbata roja, estaba interesado en adquirir libros regularmente con nosotros, nos platicó sobre sus intereses bibliófilos de ese momento durante unos veinte minutos y se retiró. 

A los pocos días conseguimos una revista política ilustrada del siglo XIX, “La Orquesta”, casi completa y en excelentes condiciones, acudió al llamado al siguiente día acompañado de un reconocido caricaturista, cerramos el trato y quedamos en entregarle los libros más tarde en su casa.

Ya en su hogar (ahora museo), nos recibió con mucha amabilidad, nos ofreció algo de beber y tuvimos la oportunidad de platicar con él por más de una hora, habló de la biblioteca de su abuelo y de las charlas amenas que tuvo y seguía teniendo con varios libreros. Nosotros le comentamos nuestra inquietud sobre integrarnos al gremio de libreros de viejo de la ciudad, en ese momento nos dio el consejo que hasta hoy agradecemos, fueron unas palabras que aún hoy recordamos mi socio y yo, las cuales nos mantienen motivados en este oficio tan noble.

 

Tovar de Teresa sobra decirlo era sumamente culto, pero lo que más me impresionaba era su memoria, cuando le llamaba para ofrecerle material, títulos raros normalmente, él siempre respondía con una pregunta, por ejemplo, si le ofrecía un libro de Efrén Rebolledo, preguntaba: ¿la edición de 1916 con la portada de tal o la edición limitada de 1919?; si le daba los datos de un libro de historia del siglo XIX: ¿es el de la errata en la página tal, donde dice “comentaba” en lugar de “encomendaba”?


Aunque hay “historias negras” sobre él en el mundo del libro antiguo, a nosotros siempre nos trató bien, lo vimos sólo una ocasión más, se le extraña como intelectual, como cliente y sobre todo por ese consejo que nos cambió la perspectiva de nuestro trabajo. ¡Gracias Guillermo!

martes, 16 de agosto de 2022

Adicto a los libros

Perdí a mi familia y también mi casa, pero conservo los libros. Protejo cuarenta y tres mil tomos en un departamento y dos bodegas rentadas, odio tenerlos en cajas, por ello los apilo con el lomo a la vista, a mi disposición, puedo estar frente a ellos por horas, admirando los colores, tipografías y formas que adquieren las decenas de columnas zigzagueantes debido a los distintos tamaños: miniatura, pequeños, mediano chicos, medianos, mediano grandes, cuadrados, formato de arte, monumentales y de figuras extrañas. Mi familia se alejó, simplemente me abandonaron, no soportaban mi adicción; mi ex-esposa decía que hubiera preferido que fuera borracho o mujeriego a acumulador sin remedio. Fui profesor universitario, me despidieron por mejorar calificaciones a cambio de primeras ediciones y ejemplares numerados. No lo entienden, los libros son mi pasión, mi vida. Obvio que los leo, el contenido es lo más importante, pero la textura, el olor, la sensación de tenerlos entre las manos es imposible de explicar. Me satisfacen los libros nuevos, quitarles el celofán y ser el primero en tener contacto con el texto me provoca un aumento en la frecuencia cardiaca, pero los libros viejos, los impresos antiguos son mis preferidos; cientos de historias los rodean. Vivo en la Ciudad de México, consigo libros todos los días, ahora debo vender algunos para subsistir y para adquirir más. No tengo a nadie, sólo a ellos, me escuchan, son mis confidentes y mis maestros. Me atemoriza la idea de perder alguno. No lo percibo como una enfermedad, tampoco como un problema, soy feliz así. Tengo los libros que necesito, un autor me lleva a otros, una descripción, una cita, una nota, todo me lleva a conseguir más títulos. Por las noches, cuando llego a mi hogar y he satisfecho mis necesidades sanitarias y alimenticias, los procuro, no soporto ver un ejemplar enfermo, los curo, los restauro: trapo semi-húmedo para portadas, lija delgada para los cantos, goma para los subrayados, pegamento especial para los que lo ameritan.  Es fascinante despertar entre tapias hechas por libros formando las figuras más hermosas que jamás imaginé, una historia sobre otra, en esos momentos me olvido del exterior y disfruto imaginando la vida de los autores, la decisión que los llevó a para escribir; los motivos por los que los editores lo llevaron a la  imprenta; también a los correctores, diseñadores, impresores, distribuidores y todos los involucrados para que que ese libro en particular llegara a estar frente a mi. He perdido peso, tal vez sea por caminar tanto para conseguirlos, acudo a barrios peligrosos desde la madrugada para ganar los lotes a vendelibros que no aprecian lo que yo. Vago entre los pasillos de librerías de colonias acomodadas, locales de libros viejos donde no saben lo que tienen y no valoran a los grandes escritores, tienden sus obras en el piso sin el más mínimo respeto. Me he sentido mal últimamente, un bulto en mis riñones me ha desgastado, tal vez exageran o quizá sea grave, es lo de menos, lo único que me preocupa es en manos de quién dejaré mi acervo.

El arte de vender libros excepcionales

¿Adivinos o libreros?                                                                                         Gabriel Zaid Inicios  En mayo ...