Últimamente he sentido mucha atracción por los libros maltratados, aquellos que tienen la portada desprendida, rastros de humedad, roturas o subrayados.
Antes no me pasaba, todos los ejemplares de mi colección personal están impecables, abusando de la suerte de ser librero y poder elegir la mejor edición posible y en excelente estado.
Pero ahora, los libros antiguos con cierto daño me atraen, percibo en esos tomos sin igual una gran cantidad de historias. Considero que son únicos aunque el tiraje sea de cientos o de miles, ninguno será semejante al otro en los cuidados que haya dado el dueño anterior. Por ejemplo, un libro de Kierkegaard con más de noventa años de haberse editado en la prestigiosa editorial Revista de Occidente que tiene la carátula rota y en el interior leves muestras de humedad, imagino que lo trajo un exiliado español en el '39, era aficionado a la filosofía y le atrajo el título "El concepto de la angustia". Llegó con el libro a México, lo considero un objeto valioso. Después de un par de lecturas lo comento con su mejor amiga, que luego fue su esposa. En un viaje a Oaxaca lo cargó, lo volvió a leer, le hizo un par de anotaciones y le derramó un poco de café. Luego lo coloco en la biblioteca, sus hijos jamás lo abrieron, estudiaron medicina e ingeniería y no les intereso, después un nieto decidió vender la biblioteca y cayó en mis manos. Me emocionó adquirirlo y como mercader de libros decidí exhibirlo tal cual, con los rastros de nueve décadas de vida para hacerlo llegar inmediatamente a una nueva lectora, quién disfrutará del contenido, lo comentará con su pareja, lo prestará, jamás se lo devolverán y terminará en la colección de un profesor.
Quizá exagero con las historias que imagino detrás de los libros maltratados, no me hagan caso.
Sergio Núñez
Librero de viejo
@LibrosCuriososMx
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